jueves, 19 de marzo de 2015

Capítulo II: Hogwarts



La noche pintaba tranquila. El viaje en el tren había sido agotador en todo sentido y más para un chico de 11 años que recién ingresaba al prestigioso colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Se mantuvo todo el viaje (excepto esas veces que tuvo que ir al baño y a cambiarse) sentado en el mismo compartimiento. Si bien no estaba solo, tampoco habló todo el camino. Con él se sentó una chica de aspecto amigable pero algo rebuscada (a como lo pensó) por su obsesión con los dragones, un chico con cara de idiota cuya actitud le hizo sentir ganas de sacar su recién adquirida varita, de roble inglés con dragón de centro y un largo de 31 centímetros. Según el vendedor del callejón Diagon, era “Extremadamente susurrante” algo que no entendió a la perfección pero que sabía que con el tiempo lo haría, después de todo llegó a pensar en que al graduarse del colegio podría dedicarse a hacer varitas. Vio que existían miles de ellas, de todos tamaños, maderas y solo tres centros, algo que le hizo sentir una verdadera curiosidad, aparte pensó “el mago siempre ocupará varitas y cada año se compran nuevas, podría ser buen negocio”. También durante el viaje estuvo absorto en una pequeña escaramuza entre aquella chica y el sujeto con cara de tarado. “Yo sé lo que te digo. Hay animagos que se pueden hacer dragones.” Alegaba ella guiada por su extremo trauma por aquellas criaturas que, hasta donde pudo investigar, existían y también de varias características (incluyendo que su varita era de nervio de corazón de dragón, sería tonto no creer), y el otro chico insistía que los animagos solo pueden hacerse en criaturas normales, sin propiedades mágicas. Por un momento tuvo el impulso de gritarles y callarlos, pero pensó que a diferencia de él, ellos podrían saber magia haciendo que se arrepintiera de haberlo hecho, así que estuvo todo el viaje callado e incluso dejó pasar las golosinas ofrecidas por una mujer anciana en un carrito.

Él no sabía mucho de sí mismo, y supo aún menos cuando a principios del verano, un hombre joven de alrededor de 30 años llegó a visitarlo a la casa de sus padres con la noticia de que era un mago, algo que desde luego, no creyó al primer instante y que le costó hacerlo hasta que tipo que se presentó como profesor Neville Longbottom, sacó la varita e hizo aparecer un par de copas con jugo de naranja seguido de llenar un viejo florero con rosas azules y amarillas bastante hermosas. Tras este incidente, le comunicó que estaba aceptado en el colegio Hogwarts, donde se le enseñaría lo necesario para controlar la magia y así mismo. “No solo te enseñaremos a realizar maravillas con la varita, también a crear pociones de todo tipo, a utilizar todo tipo de plantas para crear medicinas. A utilizar la astrología de manera correcta y aprenderás la historia de todos aquellos eventos importantes para nosotros que ocurrían mientras la comunidad no-mágica tenía sus propios problemas.” Fueron las palabras que convencieron a Actecmer a aceptar la plaza de estudiante que esa escuela le ofrecía. Durante la siguiente semana, el profesor Longbottom, sus padres y él, visitaron el callejón Diagon, donde compraron su varita, las túnicas (que honestamente pensaban que eran tan geniales y pasó mucho tiempo frente al espejo posando con ellas), un caldero, sus libros (los cuales devoró en menos de 3 días, siendo el de Historia de la Magia y el de defensa contra las artes oscuras, los que más llamaron su atención) y un hermoso gato negro al cual llamó Herpo (nombre que sacó de su libro  “Defensa básica contra artes oscuras” donde hablaba de los primeros magos oscuros que hubo, mencionando a Herpo el Loco como creador de un objetivo tan horrible que no se debe mencionar ni pensar, así como de un basilisco) y le pareció nombre divertido. Estuvo todo el mes de agosto esperando ansioso el 1ro de septiembre para poder comenzar sus clases en lo que sería su nueva escuela. Ciertamente, le dolió dejar su vieja escuela y su país. Durante los primeros 7 años de vida, él vivió en una ciudad de México, viviendo en un orfanato hasta que fue adoptado por una pareja de europeos (un inglés y una holandesa), los cuales, no podían tener hijos. Para él siempre fue un misterio porque lo escogieron, pero no se quejaba, al contrario, se sentía sumamente agradecido. Si bien, su vida en sus primeros años de escuela no fueron lo que se consideran malos, su estadía en el lugar donde estaba si lo fue; los niños solían molestarlo por su particular nombre y apellido. Aunque nunca les tomó rencor, si se sentía herido y menospreciado, aunque creía que su amigo imaginario “Fer” les hacía cosas malas, lo que realmente eran expulsos de magia. Cuando cumplió su séptimo año de vida, recibió el mejor regalo de todos: una pareja lo adoptó y después de un largo papeleo, lo llevaron a Inglaterra a vivir. Le tomó poco más de un año dominar el inglés de manera fluida pero lo logró y continuó los estudios donde se hizo de amigos a los cuales les tuvo que decir que el siguiente año se iría de nuevo a México a estudiar para adaptarse, pues quería hacer la universidad ahí. Aunque fue cuestionado por ellos, no dijo nada más y ellos no preguntaron. En un mes se tuvo que separar del mundo muggle y entrar al mágico.

Al bajar del tren, ya en la estación de lo que leyó, era el único pueblo completamente mágico en Inglaterra, un hombre el doble de alto que un hombre al igual que ancho, les estuvo guiando a través de los senderos hasta llegar a unos botes a las orillas de un lago. Este trayecto fue tranquilo hasta que llegaron a la mitad del ojo de agua, cuando un enorme tentáculo emergió haciendo a la gran mayoría gritar y asustarse. Otros se quedaron callados estupefactos, y Actercmer, lo único que atinó a hacer fue a moverse lo más alejado posible.
—No teman, chicos. Es el calamar gigante y es inofensivo. Son de esas criaturas fascinantes pero incomprendida. —Dijo Hagrid, el hombre que los guiaba. Después de ese incidente no ocurrió nada relevante. Al llegar al vestíbulo, se encontraron de nuevo con el profesor Longbottom quien esperó a que todos llegaran y guardaran silencio.
—Bienvenidos a Hogwarts. En un momento pasaran al gran comedor donde serán seleccionados en la ceremonia para una de las 4 casas que son Gryffindor, Hufflepuff, y Ravenclaw, Slytherin. En esta vivirán, convivirán y aprenderán, tanto de sus compañeros de generación como de los mayores. Gracias a sus logros ganarán puntos, pero si rompen reglas los perderán. Cada año, al ser finalizado, se hace entrega de la copa de la casa, la cual, es ganada según la que tenga más puntos. ¿Preguntas? Muy bien. Síganme. —Terminó de hablar Neville y acto seguido abrió las enormes puertas de madera y se dejó ver un gran salón donde un cuarteto de inmensas mesas de madera llenaban el salón. Velas flotaban y el techo… ¡realmente no había techo! Era el cielo, tan hermoso y despejado que se dejaba ver. Los alumnos mayores voltearon a ver a los de primero mientras se acomodaban al frente de un banquillo de madera sobre el cual reposaba un viejo y remendado sombrero el cual se sacudió lentamente y comenzó a hablar.
Hace un tiempo, en un extraño lugar los claros
de un bosque dieron el picor de una idea
a un cuarteto de personas que creyeron en
la educación de los más jovenes y sagaces
para aprender las artes del mente y corazón.
Y así  fue como  4 magos decidieron
fundar un colegio donde los chicos pudieran aprender
a usar su magia y controlarla. Y así, el Valiente
Godric Gryffindor, el astuto Salazar Slytherin,
la inteligente Rowena Ravenclaw y la bondadosa
Helga Hufflepuff crearon este centro del aprendizaje
y de la sana rivalidad. Pero, un día, todos pensaron,
“¡Oh! Somos magos, pero no inmortales, ¿cómo vamos
a seleccionar aquellos estudiantes dignos de nosotros
cuando ya no estemos más en este mundo mortal?
Y así, el valiente Gryffindor se quitó un viejo sombrero
que portaba y opinó que ahí todos depositarían
las cualidades necesarias para quedar en la casa
digna del mago. Todos pusieron un pedazo de ellos
y fue cuando yo nací. ¡No hay nada dentro de ti
que no pueda ver! Yo he visto magos grandiosos
y magos desastrosos, pero nunca me equivoco.
Al terminar de hablar el gran comedor estalló en aplausos y unos cuantos silbidos en señal de aprobación respecto a la breve historia cantada por el sombrero.

—Cuando escuchen su nombre, darán un paso al frente, se pondrán el sombrero e irán a la mesa dela casa que les sea asignada, las cuales están a ordenadas de manera alfabética. ¡Elisa McHolly! —Dijo Neville y una muchacha de cabello castaño y complexión delgada, pasó. Se colocó el sombrero, el cual después de unos segundos gritó “Ravenclaw” y un gritó de aprobación proveniente de la mesa que se encontraba bajo un estandarte azul y bronce inundó la sala. —Marian Targaryan — volvió a gritar Neville. Al tocar su cabeza y pensar durante poco más de 30 segundos gritó “¡Slytherin!” y ahora los gritos vinieron de esta mesa verde y plata. —Tori Black— y apenas pasado un ligero roce el sombrero gritó “Slytherin” repitiendo el acto anterior pero con mayor intensidad por algún motivo que ellos conocerían. Pasó el chico con cara de idiota cuyo nombre muggle (según dijo un miembro de la casa al llamarse Elliot McCormic) sería una deshonra a la casa, pues quedó en Slytherin. Una chica rubia quedó en Gryffindor, un alumno regordete en Hufflepuff, uno más en los leones. —Flammer Actecmer. — dijo Neville. El chico de piel morena pálida caminó hasta el banquillo. Se sentó y el sombrero apenas rozó su cabeza gritó “Slytherin”, mesa que volvió a estallar en gritos y aplausos. Caminó a la mesa de su nueva casa y se sentó junto a un par de chicos mayores quitándole importancia al resto de la selección (pues ya no le interesaban los demás)
—Bienvenido, compañero. Soy Jackers Lestrange, y no, que mi apellido no te confunda. No quiero entrar en detalles. Soy prefecto de Slytherin. ¿Y tú eres?
—Flammer Actecmer. Un placer. —Dijo extendiendo la mano.
—Y dime Flammer, ¿de dónde eres? Jamás había escuchado tu apellido por aquí, sin contar que tu pinta es la de un extranjero.
—Sí, soy de… un país de por ahí, sin mucha importancia.
—Ya veo, un chico misterioso. Bueno, te diré, eso no funciona del todo aquí. Por ejemplo, ve a esa chica de Ravenclaw. Se llama Hada Delacour. Lleva desde primero haciéndose la indigna de todos y no tiene muchos amigos. Te recomiendo que trates de ser un poco abierto, de verdad, a pesar de todo lo que digan de nosotros, no todos somos así. —Dijo el chico el cual volteó la mirada para dar la bienvenida a una nueva alumna. Sin embargo Flammer, clavó su vista en aquella muchacha, Hada. Una joven blanca de cabello rojo la cual lo volteó a ver de reojo, haciendo que Flam bajará a la mirada a la comida que recién acababa de aparecer en copas y platos de oro.

 —Vamos, Hada. Siempre es lo mismo contigo en las ceremonias de selección. Te pones insoportable sólo por el hecho de que tú querías ser una Slytherin, y al ver a un seleccionado que queda en esa casa terminas fulminando a todos con la mirada.
—Calla, Michell. Si quiero enojarme lo haré. Estoy en mi derecho. El sombrero estuvo a punto de mandarme para allá, sólo porque recordé en ese momento que era inteligente cambió de parecer y terminé aquí. No me quejo, pero me gusta más el verde.
—Mira, Sophia, ya estás aquí y deberás aceptarlo. Aparte, a ti que te gusta tanto estudiar podrás hacerlo ya ahora. ¿Qué clases escogiste?
—Aritmancia, runas antiguas y cuidado de criaturas mágicas. Todas son las que me interesan aunque tengo especial interés en la última.
— ¡Vaya! Nunca de sorprender con tu forma de ser.
—Vamos, calla ya. Yo sabré lo que escogo.
—Sí, sí, nadie te lo reprocha, solo no soportaría tantas materias extras a las que ya tenemos.
—Es porque a mí me gusta estudiar, y tú estás aquí solo por ser inteligente.
—En eso tienes razón, Hada. Cambiando de tema, ¿ya viste? El idiota de Jackers y el novato que acaba de entrar a Slytherin te están viendo. —Dijo Michell a Hada quien rápidamente los volteó a ver, y si, efectivamente, el prefecto de la casa de las serpientes y el chico nueva la volteaban a ver, sólo que uno saludó a otra persona y el siguiente bajó la mirada a su plato.
—Vaya perdedores. —Dijo Hada mientras comenzaba a comer.

Al terminar la cena y siendo desaparecidos los platos, cubiertos y copas, la directora Minerva McGonagall se levantó y comenzó a hablar.
—Bienvenidos a Hogwarts. A los estudiantes de 7mo grado se les informa que este año tendrán algunas pruebas extras debido a la nueva regulación de EXTASIS. Así mismo, los TIMOS quedarán de la misma manera. También les recordamos a todos los alumnos que el bosque prohibido está, como su nombre lo dice, restringido para todos los alumnos sin excepción y que no está permitido bajar por los corredores de noche. Antes de irnos todos a la cama me gustaría mencionarles algunas palabras: Desde hace 12 años se ha vivido una paz que pareciera irrompible, sin embargo nada es para siempre. Todos debemos estar mentalizados que en cualquier momento algo pueda perturbar nuestro interior y hacernos sentir mal. Por eso les pido a todos, que se traten con el respeto y la cordialidad que merecen. No les ordeno que sean todos los mejores amigos, solo un ambiente competitivo en una sana convivencia. Ahora, sin más que decir, a la cama. —Terminó de decir McGonagall y se escucharon los aplausos nuevamente. Los alumnos se levantaron de las mesas y siendo guiados por los prefectos caminaron hasta su sala común. Al llegar a las mazmorras (que se sentían frías y húmedas) se pararon frente una pared de la cual una penetrante voz gruesa habló.
—Contraseña. —Dijo aquella voz que hablaba como si estuviera emparedada.
—Sangre de dragón. —Dijo el prefecto y un hueco se dejó ver y tras él, una hermosa sala ovalada adornada con tapetes y manteles verde con plata. Sillones de cuero y piso empedrado.
—Bienvenidos a la sala común de Slytherin. Del lado derecho, bajo al lago, están los dormitorios de chicos y del lado izquierdo el de las chicas. Por obvias razones, está prohibido que los hombres vayan al de mujeres. En la puerta estará una placa con su nombre y el de los compañeros que les serán asignados. Recuerden, cualquier problema que llegan a tener, repórtenmelo a mi o a Horace Slughorn, el jefe de casa. Pueden pasar toda la noche en la sala mientras no se les ocurra hacer nada estúpido, como salir a caminar por ahí. Ahora, buenas noches. Mañana estará pegado un mapa del colegio en el tablón de anuncios. —Dijo Jackers y acto seguido los alumnos comenzaron a ir a sus habitaciones. Flammer se paró frente a una puerta de nogal negro y vio su nombre, junto al de Elliot McCormic, Francs DuHernz y Grizell Pervert. “Grandioso, me toca con Elliot” pensó al ver sus compañeros. Al entrar observó cuatro camas perfectamente tendidas con cobijas y edredones verdes con plata y cortinas de seda que bordeaban las bases y su maleta a un lado de una pequeña mesa de noche. Sin decir una sola palabra, se cambió las ropas y se metió a dormir pensando en todo el día y como a partir de ese momento, su vida cambiaba para siempre.

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