martes, 24 de marzo de 2015

Capitulo IV: El encuentro.


El primer mes de Flammer pasó normal. Las clases de defensa contra artes oscuras eran cada vez más interesantes por los hechizos y sus efectos. Historia de la magia transcurría normal también y Actecmer, demostró tener aptitudes para la herbología, pociones y transformaciones. En encantamientos era bueno, pero no estaba muy al nivel y le costaba. En vuelo demostró tener equilibrio suficiente para no caer y en astronomía se tenía que esforzar pues jamás logró entender ni ver forma en una constelación. Por parte de sus amigos, comenzó a trabar una amistad con Herman y Sophia que ya incluso le permitía decirle Hada, sin embargo Jackers seguía mostrándose agresivo y desafiante con él. Flammer le contó a Delacour quien murió de risa.
— ¿De verdad dijo eso? —Preguntó un día mientras estaban los 3 en el roble junto al lago.
—Sí, fue bastante extraño.
— ¡Vaya idiota! ¿Sabías que le gusto? —Dijo Hada riendo.
— ¿De verdad? ¿Y por eso me atacó?
—Es un cobarde. Por eso no he aceptado salir con él, sin contar que es cretino e idiota.
—Pero, Flam, ¿qué hiciste tú? —Preguntó Herman.
—Yo, no hice nada. No aun.
— ¿Cómo que no aun? —Preguntó extrañada Hada con una sonrisa —Le haremos algo, ¿verdad?
—Oh, por supuesto que sí. —Dijo Flammer de manera sombría.
— ¿Y qué será?
—Esperen y verán…

Desde entonces, decidieron ir al Bosque Prohibido a practicar encantamientos y maldiciones que Hada les enseñaba para que tuvieran algo con que defenderse. Era algo fácil para Flammer. Su varita hacía que sus hechizos fueran casi perfectos y muy poderosos, sin embargo Hada seguía siendo superior a ambos en duelo pero se veía venir que pronto sería superada si no entrenaba bien, ya que durante estos, ella los suspendía frenéticamente y se marchaba dejándolos atónitos.

El primer viernes de octubre, Flammer decidió salir a buscar a Hada «Un día de cada mes, ella suele desaparecer. No sabemos a dónde va pero bueno, como es, preferimos no meternos en sus asuntos.» le contestó Michell, su amiga de Ravenclaw, y aunque buscó durante bastante tiempo por todo el colegio, no logró dar con ella. Así que, algo frustrado decidió ir al lago, pero a medio camino recordó lo que mencionó la directora la noche en que llegaron acerca del Bosque Prohibido. Al llegar a su destino, entró a paso lento pero deprisa para evitar que lo vieran « ¿Qué rayos estoy haciendo?» se preguntó una vez dentro de si, sin embargo caminó un par de metros hasta llegar a un claro donde decidió sentarse un rato. Se sentía lleno de miedo; aunque no estaba muy alejado, el bosque era completamente oscuro, las gruesas copas de los árboles impedían a la luz pasar y jamás había estado en ese lugar solo. Estando ahí se puso a pensar un poco sobre lo que sería su vida en la escuela. Ese pensamiento le hizo llegar a la mente su vieja escuela, amigos y una niña que le gustaba. Aquellos gustos infantiles e inocentes que todos llegamos a tener. Y divagando entre viejos recuerdos comenzó a pensar instintivamente en las palabras que le dijo Herman y ahí llegó… pensó en su madre y padre, ¿qué habría sido de ellos?
—Seguimos aquí, hijo mío. —Dijo una voz femenina que lo hizo sobresaltarse y empuñar la varita en un ágil movimiento.
— ¿Quién anda ahí? —Preguntó Flammer, asustado y con la sensación de que en cualquier momento moriría de un infarto.
—No debes porque temer, hijo. Voltea, detrás de ti. —Dijo aquella voz. El chico volteó y observó una figura femenina de aproximadamente 1.65 altura, tez morena como la de él, pero ella más clara. Ojos pequeños pero hermosos. Cabello ondulado y una larga nariz afilada, pero que a diferencia de los fantasmas de Hogwarts, ella era de un color gris tranparente, no uno plata y transmitía un sentimiento de tristeza.
— ¿Ma…ma…má? —Preguntó aturdido con una mirada abierta de par en par.
—Sí, hijo mío. Tu madre. —Dijo la mujer, quien estiró los brazos haciendo que Flammer corriera directo hacía ella, pero al tratar de tocarla su mano atravesó.
— ¿Pero cómo? —Dijo el muchacho incrédulo.
—Hijo, si hay algo que debes aprender de la magia, es que casi todo puede ser posible.
—Pero madre, llevas ya 11 años muerta… ¿cómo estás aquí?
—Si. Han sido el mayor tiempo de mi vida, o muerte. No poder ver a mi bebé. Saber que está convirtiéndose en un mago sin mi… es doloroso hijo mío, hasta para un muerto.
—Madre…—Dijo Flammer mientras sus ojos comenzaban a llenarse lágrimas y
—Hijo. No digas nada. No sé cuándo te vaya a volver a ver, espero que nunca. Esto es doloroso para ambos, sin embargo quiero ayudarte esta vez y poder remendar un poco de todo lo que no hice por ti.
— ¿A qué te refieres, mamá?
—He visto el futuro, conozco el pasado y ahora estoy en el presente. Terribles cosas van a pasar, y debes estar preparado.
— ¿Cómo que horribles cosas? — Preguntó confundido Flam.
—Dentro de 10 años un grupo comenzará el caos entre ambos mundos. No sé quiénes son, el por qué o para que lo hacen, pero el máximo secreto estará en juego y la estabilidad caerá en la dependencia de un hilo sumamente frágil. Tú, hijo, al terminar el colegio, debes ir a México. Ahí naciste. Busca nuestra antigua mansión. Al ser y tener sangre de los Actecmer la podrás encontrar debido a los antiguos sortilegios que lanzamos sobre ella. Una vez ahí, busca el sótano. Encontraras una serie de cosas que pondrán a prueba tu mente y paciencia, y si no estás listo, ten por seguro que perderás la cordura. Una vez que las pases, deberás coger el baúl que está depositado. Dentro existirá una par de cosas que te ayudarán a evitar que los conflictos del futuro se pongan en tu contra.
— ¿Qué es, madre?
—No puedo decirte. Pero hay algo más antes de irme, Flammer, debes practicar magia, pero no cualquiera, sino aquella que lleva a la supremacía. Vienes de una antigua familia de magos oscuros, hijo. Pero la diferencia entre nosotros y aquellos que estuvieron antes en cualquier parte del mundo, es que nosotros no destruimos, creamos. Tienes esa sangre en tus venas  y debes honrarla. Busca ayuda dentro del colegio. Sé que estás en Hogwarts. Hay hijos de los antiguos mortífagos, apóyate en ellos.
—Pero madre…—Y antes de poder decir algo más, desapareció, dejando a Flammer los ojos llenos de lágrimas y una sensación completa de vacío. Se quedó parado donde estaba, observando el lugar que usó su madre para hablar con él.
— ¿Flammer? —Dijo la voz de Hada quien llegaba por un costado del bosque, bastante agitada y notablemente cansada, como si hubiera corrido todo una hora. Flam, al verla, lo único que atinó a hacer fue a correr hacía ella, abrazarla y romper a llorar de manera amarga y lastimera. Sophia, que si bien no era mucho de mostrar sus expresiones o sentimientos se quedó ahí, parada con Flammer mientras este lloraba y caía de rodillas con la cara empapada en llanto.
—La vi…—Dijo el chico y volvió a llorar, haciendo que Hada se agachara y lo abrazara de manera fraternal.
Durante octubre, Flammer estuvo solo metido en asuntos escolares. Se alejó de sus amigos y comenzó a frecuentar la biblioteca. Hada y Herman estaban preocupados, pues sentían que Actecmer estaba obsesionado con algo. Cuando llegó Halloween estaban ellos dos en el gran comedor a la hora del banquete, cuando Flammer entró con una herida en la cabeza cicatrizada, ojos rojos y con ojeras y la túnica algo rasgada. No volteó a verlos y se sentó en la mesa de Slytherin esperando la comida, la cual, al aparecer, la consumió deprisa y volvió a salir. Cuando los Ravenclaw salieron, Flam los interceptó y los hizo ir a un salón.
— ¡Rayos, Flammer! ¿Dónde has estado? —Preguntó Hada quien lo vio de manera reprobatoria.
— ¡Sí, Flammer! ¿Dónde? —Dijo Herman viéndole preocupado.
—Ya les explicaré. Pero ahora, quiero pedirles un favor, uno grande.
— ¿Pasa algo malo? —Habló Hada con todo de preocupación.
—No… les contaré…—Dijo Flammer, quien les contó lo que pasó aquel día en el bosque prohibido, y que desde entonces estuvo buscando información sobre su familia, hechizos, maldiciones, encantamientos y todo lo que pudiera servirles, y entre esas búsquedas encontró sobre el maleficio cruciatus, imperio y avada kedavra.
—Quiero que los practiquemos y nos volvamos contra ellos. —Dijo finalmente el chico de Slytherin, quien en su mirada se veía algo de frialdad.
— ¿Estás loco? Si nos descubren nos expulsarán y romperán las varitas.
—Por eso lo haremos donde no se enteren, siendo sólo nosotros.
—No lo sé, Flam, suena arriesgado… —Dijo Hada pensativa.
—Todo gran mago tuvo que arriesgarse, ahora es nuestro turno. —Dijo Flammer quien estuvo convenciéndolos durante dos horas hasta que ambos aceptaron.
— ¿Y dónde será? —Dijo Hada, quien siempre era la de las preguntas críticas y lógicas.
—En el mismo claro donde ocurrió. Quiero que vea que lo estoy haciendo.
—Suena tenebroso… pero de acuerdo. —Dijo Herman, quien sonaba incluso indeciso.
—Bueno. Debemos irnos, es tarde y nos podemos meter en problemas.
—Claro, vamos Hada. —Dijo DuMort.
—Adelántate, yo te alcanzo en un par de minutos. Quiero hablar a solas con Flammer.
—Claro. Hasta mañana, Flam.
—Adios, Herman…. ¿qué pasa, Hada? —Dijo el muchacho cuando vio que el chico de raven había salido.
—No sé qué tramas, o que buscas… pero ten cuidado. Es importante que lo tengas. —Dijo la chica viéndolo a los ojos.
—Claro que lo haré, Hada. Sólo debes ver lo que seremos. Los más grandes desde Voldemort. —Dijo Flammer viendo a Hada. Ambos salieron de la habitación y se fueron a sus respectivas salas comunes. Cuando llegó a la de Slytherin, Actecmer observó que alguien esperaba en el sillón.
—Buenas noches, mocoso.
—Lo lamento, Jackers, pero no tengo tiempo para idiotas.
—Escúchame, pedazo de idiota. Te dije que te alejaras de Hada o si no…—Dijo Jackers quien calló rápidamente cuando Flam sacó velozmente su varita y se la puso en el cuello.
— ¿O si no qué? No te tengo miedo, imbécil, pero tú a mi si deberías temer. Te lo diré una vez y ya; vuélveme a tocar, amenazar o mirar de mala gana, y terminarás atado en algún lugar del castillo donde jamás te encuentren sin tu varita o ayuda. —Dijo el chico de primero quien guardó su varita y subió a la habitación. Estaba deseoso de hacerle daño, pero no sería hoy, pero pronto.



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