lunes, 20 de abril de 2015

Capítulo X: Dime dónde está.



Las siguientes semanas transcurrieron de manera normal, con la excepción que en sus días libres (y cuando Hada no visitaba Hogsmade), Herman, Hada, Flammer y Marian, con quien Flam trabó amistad de manera rápida, se dedicaron a practicar magia entre ellos para perfeccionar y pulir sus habilidades, así como tener una forma de defenderse pues el ambiente se tornó hostil entre los alumnos, esto a raíz del último partido realizado de quidditch, dónde  Slytherin aplastó a Gryffindor 560 a 150. Esto desencadenó que los estudiantes de verdes fanáticos del deporte comenzaran a burlarse de los leones, siendo defendidos por Hufflepuff. Entre los alumnos los insultos eran bastante notorios y siempre eran acompañados de alguna amenaza mágica, sin embargo sólo en un par de ocasiones había llegado a tal:
La primera ocurrió en el gran comedor el día siguiente al partido, cuando dos muchachos de la mesa de Slytherin comentaban haciendo bastante ruido acerca de las jugadas que realizó su guardián y cómo el buscador de Gryffindor sólo atrapó la snitch de una manera afortunada pues pasó frente a él durante, esto hizo enojar bastante al capitán del equipo que perdió y arremetió contra el otro conjunto diciendo que estaba seguro que habían hecho trampa al usar felix felicis lo que les dio la victoria y después de una batalla de insultos el buscador de Gryffindor atacó con una maldición de lengua atada al capitán de Slytherin lo que hizo los chicos serpientes soltaran una lluvia de hechizos hacía los de rojo que acabó con 5 castigados, platos rotos y la directora roja de ira. El segundo fue en clase de pociones de 7mo curso que, para desgracia, Slytherin y Gryffindor compartían. Mientras el profesor Horace les enseñaba a prepar veritaserum, un chico de Gry gritó “Sirve y que al fin las malditas serpientes dicen la verdad de que hicieron trampa” lo que, como ocurrió en el gran comedor, terminó en una contienda cuyo saldo fue el de decenas de calderos y frascos, así como ingredientes regados por todo el piso. Debido a estos problemas, Flammer y sus compañeros comenzaron a preparase en caso de verse envueltos en alguna riña de esta índole. Sus hechizos eran prácticamente inofensivos, pues sólo eran de bloqueo, desarme y para incapacitar al enemigo por algún tiempo, pero lograron dominarlos de manera perfecta, por lo que, siendo Hada la mayor y más experimentada en defensa contra artes oscuras, les dijo que deberían practicar el hechizo de desarmador para dejar sin defensas y ataque al oponente, por lo que Flam y Herman aceptaron, sin embargo, Marian tenía sus ideas de que no era del todo corrector debido a ciertos textos que conocía donde decía que al desarmar la varita perdía lealtad, pero lograron convencerla de que no pasaría pues comenzarían a desarmarse con simples ramas (razón útil por la que estaban en el claro del bosque prohibido). Y así fue, durante esas semanas el expelliarmus fue su único entrenamiento hasta que a todos les salió a la perfección por lo que decidieron que era hora de comenzar a meter la nariz en los libros pues sus exámenes finales estaban cada vez más cercas, así que, apoyándose todos con todos, comenzaron a retomar el tiempo perdido para no salir mal en ninguna asignatura. Pasando días enteros en la biblioteca, Herman y Flammer se centraron en herbología, la cual les costaba muchísimo, siendo esta el fuerte de Marian, por su parte, la muchacha, se centró en historia de la magia la cual, al no interesarle, le costaba recordar fechas y sucesos. Hada, a su vez, era mala en pociones lo cual le frustraba, pues al tener buenas notas en el resto de las materias, esta le era difícil comprender, pero Herman le ayudó bastante hasta que los 4 se sintieron lo suficientemente aptos para presentar sus finales.

Las 4 semanas pasaron y llegó el día en que Harry Potter se presentaría a Hogwarts para realizar una inspección a fondo y evitar que objetos de magia tenebrosa u oscura estuvieran en algún lugar de la escuela.
—Buenos días, señor Potter. —Dijo la directora Minerva McGonagall al frente de todos los profesores y alumnos, quienes de manera ordenada, estaban parados observando la llegada del jefe de aurores y de una comisión de 50 aurores para la revisión del colegio.
—Buenos días, profesora McGonagall. Me alegro de verla de nuevo. —Dijo el chico que ya no eran tan chico. Era ya un hombre alto de cabello alborotado con la típica cicatriz en forma de rayo que tanto lo distinguía en el mundo mágico y sus gafas circulares. Llevaba la varita en una funda de cuero atada a su pierna. Su túnica negra con hilos color escarlata aun demostraba la pasión y amor que entregó a su casa.
—Muy bien, Potter. Y ya no es necesario que me digas profesora, hace ya más de 10 años que dejaste de ser mi alumno.
—Lo sé, pero sigo viéndola como aquella figura de imponente y de respeto que me condujo al gran comedor mi primera noche aquí. —Dijo Harry haciendo que Minerva riera y se abrazaran. —No estaremos mucho tiempo aquí. Sólo dos días como máximo. Queremos hacer una exhaustiva búsqueda por todo el colegio. Ya sabe cómo son estos procedimientos.
—Por supuesto, Potter. Sabes que en caso de necesitar algo cuentas con la disposición completa de profesores. Como decía el viejo Dumbledore “En Hogwarts siempre se brindará ayuda a quien la merezca”.
—Gracias, profesora. — Y después de un segundo abrazo, Potter, seguido de los aurores, entraron al colegio. —Cuida el fuerte, Neville. —Dijo dando una palmada al profesor Longbottom quien sonrió ante dicha referencia.

Durante el día se pudo ver a los aurores trabajar en absoluto silencio dispersado por todo el colegio. Ellos legaron un viernes por la mañana y se tenía previsto que el domingo en la noche salieran rumbo a Londres. Y tal como dijo la directora, no afectó en lo absoluto las actividades, lo cual fue un alivio, pues Hada y Flammer estuvieron en los invernaderos y en el club de pociones fortaleciendo no sólo la parte teórica, si no la practica también para sus exámenes que serían la siguiente semana. El viernes estuvieron descansando junto al lago los 4 muchachos mientras veían a los miembros del ministerio entrar y salir del bosque prohibido una y otra vez con la varita empuñada.
— ¿Creen que detecten los rastros de magia que hemos dejado ahí? —Preguntó Marian quien estaba acostada en el pasto con la vista al cielo despejado de julio.
—No lo creo, Mar. Es magia simple, inofensiva para dejar rastros. Aparte, son aurores, no inefables, o al menos eso dijo Potter. —Respondió Hada quien se encontraba apoyada en el roble que estaba en la orilla de la cuenca de agua.
—Hada tiene razón. Sólo están ahí para hacer su trabajo y buscar que nadie, además del profesor Hagrid, haya metido un dragón a escondidas. —Dijo Flam seguido de una ligera risa de sus demás amigos.
—Saben, en serio quiero que se vayan. Aunque no afectan a mí me ponen nerviosa tener tanto auror. Sin contar que siento que sus miradas son de odio por llevar el apellido de un mortífago. —Comentó Hada viendo al lago.
—Tú no te preocupes, Sophi. No pueden hacerte nada mientras no hagas cosas indebidas.
— ¿Cómo qué cosas indebidas podría hacer?
—Comerte a un sangre sucia, por ejemplo. —Dijo Herman riendo al igual que sus amigos.

El fin de semana pasó con normalidad y como era costumbre, una noche antes de su partida, el jefe de la división de aurores entraba completamente solo al bosque prohibido. Esto siempre era común, pues salía satisfecho y listos para partir al día siguiente, pero esta vez algo salió mal.
—Debo hablar con la directora, ahora mismo. —Dijo Potter con una cara sombría y de preocupación, quien, caminando en la oscuridad de la noche se dirigió a la oficina de Minerva para explicarle lo que acaba de descubrir.
— ¿A qué te refieres, Potter, con que no está la piedra de la resurrección?
—Verá, profesora. Cuando estuve buscando los horrocruxes de Tom Riddle, Dumbledore me dejó en su testamento la snitch que atrapé en mi primer partido de quiddich, la cual tenía la piedra de la resurrección que se encontraba en el anillo de Sorvolo Gaunt que era uno de las reliquias de Voldemort. Cuando fui al bosque prohibido a enfrentarme con Riddle, dejé caer la piedra en un claro dónde pensé que estaría ahí por siempre, ya que, al ser ese lugar tan oscuro que a los estudiantes les da miedo, nadie la encontraría por casualidad y al jamás revelar su existencia y paradero, tampoco la buscarían. Pero claramente me equivoqué… no está.
—Vamos, Potter. Puedes encontrarla de todos modos. Te daré una lista de aquellos alumnos que pueden ser sospechosos para que hables con ellos. De todos modos, aunque la encuentren, aun les faltarían dos reliquias, las cuales tú posees.

El domingo por la mañana los aurores parecían abejas alborotadas rondando por todo el colegio en busca de algo o alguien. Después del desayuno, Flammer y Herman fueron al club de duelo a practicar los hechizos que habían estado reforzando y al ver que aun mantenían excelentes resultados decidieron ir a la biblioteca, pero al salir  fueron interceptados por un par de miembros del ministerio quienes les pidieron que los acompañaran a la oficina de la directora para hablar sobre ciertos asuntos. Ambos aceptaron aunque se mostraban nerviosos pues no sabían ni que habían hecho (ambos pensaban que los atraparon por sus actividades en el bosque). Al llegar encontraron que estaban a la espara 4 alumnos de Gryffindor, 2 de Hufflepuff, 3 de Ravenclaw (Hada, dos amigas suyas y ahora 4 por Herman) y 5 Slytherin (Marian incluida).
—Hada, ¿qué pasa aquí? —Preguntó Flam bastante confundido.
—No tengo idea. Creo que quieren hablar con nosotros sobre algo pero no sé qué es. —Dijo Hada al mismo tiempo que la puerta se abría y salían un par de chicos de Hufflepuff.
—Marian Targaryan, Flammer Actecmer, Sophia Delacour y Herman DuMort, por favor, entren. —Dijo la directora al ver que ya estaban ahí reunidos. Al entrar, vieron una oficina bastante elegante, llena de libros e instrumentos así como copas de vidrío y al sombrero seleccionador. —Siéntense, por favor. El auror Potter desea hablar con ustedes.
—Gracias, profesora. Miren, chicos. No están en problemas, sólo pretendo hacerles unas cuantas preguntas, y ustedes, al ser un grupo de amigos de dos casas diferentes, podrían saber un poco más que el resto. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Contestaron los 4 chicos a coro.
— ¿Han entrado alguna vez al bosque prohibido? —Preguntó y un no resonó en la sala. — ¿Cuántos de ustedes tienen a un familiar cercano muerto? —Preguntó y esta vez la mano de Flammer, Hada y Marian se levantó. —Muy bien… ¿Alguno está familiarizado con el cuento de los tres hermanos? —Y dicho esta vez, sólo Herman levantó la mano. Las preguntas siguieron cada vez haciéndose más capciosas y confusas a cada momento.
—Disculpe, señor Potter, ¿por qué las preguntas? —Dijo Flammer bastante irritado pues ya le habían quitado mucho tiempo.
—Asuntos secretos del ministerio.
—Bueno, si son tan secretos no debería saberlo. Las historias se cuentan muy seguido por aquí y estoy seguro que todos sabemos los que busca. Pero claro, como dijo el buen Severus, “Harry Potter tiene los recursos mágicos pero sus gen de ser un Potter le impide usar el más valioso, la cabeza” —Dijo Flammer haciendo que Hada comenzara a reír sin control. Esto, desde luego, irritó al auror pero también le hizo darse cuenta de algo.
—Dígame, señor Actecmer, ¿dónde la dejaron?
—No sé de qué habla.
—Sabe bastante bien a que me refiero. ¿Cómo podría citar las palabras tan exactas de alguien que no conoció?
—Ya se lo dije, las historias se cuentan muy seguido, ¿sabe? —Dijo Flammer quien, por su mirada de burla, hizo irritar a Potter, quien, tratando de hacer uso de un arte que jamás dominó, intentó abrir la mente de Actecmer sin éxito alguno, pues, durante las noches en el bosque, logró dominar la oclumancia al igual que Hada y Herman. Irritado, se paró muy cerca de del chico de primero y con una voz fría le dijo. —Por última vez, niño insolente, ¿dónde está? Dime dónde está la piedra.
—Bueno, hay un montón de piedras y rocas en todo el bosque, no sé porque se centra tanto en una que, ni siquiera tengo…

La noche del domingo, el señor Potter y la profesora McGonagall estuvieron conversando antes de que el auror regresara a Londres.
—Necesito que mantengas los ojos en ese chico Flammer y en Sophia Delacour… es obvio que ellos lo tienen. ¿Cómo podrían citar algo que dijo Snape?
—No lo sé, Potter, pero te dejaste ver muy mal al perder la paciencia ante el alumno.
—Lo sé, profesora, pero de verdad. Esa piedra es un poderoso objeto mágico que no debemos dejar pasar de largo sólo porque no tengan los demás. ¿Qué tal si van a buscar la varita o la capa? Sería bastante peligroso. Muertes ya han sucedido por esto, debemos evitar más.

Potter y los demás aurores se fueron el domingo por la noche y el lunes comenzaron los exámenes dejando ver a los alumnos bastante preocupados por sus notas. Ninguno se salvó, ni siquiera Hada que fue la mejor preparada pues estaba preocupada por pociones, la cual pasó con una nota buena, siendo las demás excelentes. Flammer, por su parte, en todas sacó buena, excepto por DCAO e Historia de la magia las cuales sacó excelente al igual que Herman. El último viernes se entregó la copa de la casa, la cual la ganó, para sorpresa de todos, Slytherin quien obtuvo grandes puntuaciones en clases de pociones, defensa contra artes oscuras e historia de la magia.
Durante el viaje de regreso, los 4 amigos se sentaron en el mismo compartimiento hasta llegar a Londres, dónde Hada les dijo que deberían visitarla a su casa del valle de Godric. Flammer aceptó al igual que Herman, pero Marian dijo que no podría por problemas familiares. Al salir del tren y de la plataforma 9 3/4, Hada vio que su madre la esperaba y Flam a sus padres.
—Te escribiré, Hada.
—Y yo a ti, Flam. De verdad, me alegra que te hayas sentado en mi árbol aquel día.
—A mí me alegra que me hayas intimidado, de otro modo no te habría hablado. —Dijo Flammer y riendo abrazó a Hada, quien se alejó con su mamá y este se fue con sus padres.

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