jueves, 30 de abril de 2015

Capítulo XII: Secreto en el Valle.



A la mañana siguiente, Flammer se levantó a las 7 de la mañana debido a que en la calle se escuchó un escándalo bastante fuerte que le impidió seguir durmiendo. Al ver por la ventana notó que varias personas vestidas con túnicas negras y un escudo en forma de M estaban paradas en el pórtico de la casa de enfrente. Decidió sentarse en la cama y cambiarse en silencio para después mojarse el cabello pues cada mañana amanecía no sólo extremadamente alborotado, si no como él decía «Todo valevergozo», un término que aprendió del lugar donde vivía antes de ir a Inglaterra a vivir con sus padres adoptivos, refiriéndose cuando algo está totalmente mal. Una vez estando en el tocador se metió a bañar y así tener el resto de la tarde libre para sea lo que sea que Hada le mostraría. Regresó a la habitación para ponerse las ropas muggles con las que estaría en el día cuando su amiga tocó la puerta.
— ¿Puedo pasar? —Preguntó antes de abrir.
—Espera un minuto. Me estoy cambiando. —Le contestó la voz del joven mago desde el otro lado de la puerta. Pasado un par de segundos Flam le dio la señal esperada y Hada pasó sentándose en una silla que se encontraba enfrente de la cama.
—Los Potter hicieron de las suyas de nuevo.
— ¿Por qué lo dices? ¿Acaso era ese el escándalo que se escuchaba hace unas horas?
—Sí. Según lo que están diciendo los vecinos, un grupo de personas trataron de entrar a la casa de los Potter y por eso mandaron a medio departamento de aurores sólo por eso.
— ¿Pero que buscaban?
—No lo sé. Yo pienso que matarlo pero hasta en eso son idiotas.
— ¿Matarlo? ¿Qué no es el héroe de medio mundo mágico?
—Exacto, pero la otra mitad son personas que lo odian; ex-mortífagos, supremacistas de sangre, simpatizantes de Voldemort, etc. Mi mamá es de esas personas que lo odian porque sabe que es sólo imbécil con mucha suerte que por extrañas coincidencias del destino logro sobrevivir a la maldición asesina.
—Bueno, yo sólo sé que no es bueno decir que lo odias en público. —Dijo Flammer siguiendo la conversación con Hada un par de minutos hasta que su madre entró en el cuarto a la cual le preguntaron qué fue lo que pasó.
—Alguien intentó entrar a asesinar a su hijo James.
— ¿¡Qué!? —Preguntaron Hada y Flam al unísono.
—Sí, parece que alguien quiso matarlo, ¿por qué? No sabemos, pero tengan por seguro que se desplegará todo un operativo de seguridad en el país sólo por ser el jefe de aurores. Pero igual, son unos incompetentes que no resuelven nada por su modo tan anticuado de hacer las cosas. Pero en fin, ¿bajan a desayunar? —Pregunto Grinza quien bajó a la planta inferior seguida por su hija y Flam.
—Hada, hoy voy a salir al ministerio. Necesito arreglar un par de asuntos del trabajo.
—Claro madre, ¿a qué hora regresas?
—No lo sé. Últimamente hay demasiado estúpido suelto tratando de comerciar con animales peligrosos. ¿Pueden creer que hace 2 meses detuvimos a un maldito cretino que llevaba en su maleta 5 huevos de colacuerno? A veces me pregunto qué pasa por la cabeza de ese tipo de idiotas.
—Disculpe señora Delacour, pero, ¿en qué trabaja?
—Oh, Flammer, soy la directora del departamento de control y regulación de criaturas mágicas peligrosas. Es un trabajo bastante liviano cuando no tratas con tarados.
—Claro, comprendo. —Dijo Flam quien no pudo evitar reír.
—Bueno, espero regresar por la tarde. Así que si van a salir traten de no alejarse mucho y evitar salir del Valle de Godric. Será un día lleno de tonterías por parte del ministerio, apoyadas por Potter. —Terminó de decir la madre de Hada, se levantó de la mesa y fue a terminar de arreglar sus cosas. Su hija y Flam acabaron el desayuno y dejaron los platos en el fregadero.
— ¿No deberíamos lavarlos? —Preguntó Actecmer algo apenado por dejar un desastre ahí.
—No, mi mamá siempre antes de irse los pone a lavar con magia.
—Bueno… Aun así me sigo sintiendo incómodo.
—Vamos, no pienses en eso. Sígueme, quiero mostrarte la casa en lo que mi madre se va. —Dijo Hada jalando por el brazo a su amigo y lo fue guiando por las habitaciones. Aunque por fuera era una simple casa de dos pisos común y corriente, como todas las demás, pero por dentro era inmensa. Contaba con 5 habitaciones, una cocina amplia, el comedor también era grande pero menos que la sala, la cual estaba adornada con velas, cuernos de unicornio y un par de inmensas alas de dragón. «Mi madre tiene una obsesión por las criaturas mágicas» le dijo la chica al joven cuando le preguntó el porqué de ese peculiar adorno. Al fondo de la sala se encontraba una puerta negra, la cual pasaron después de un titubeo de Hada. Al entrar se dibujó una biblioteca esplendida y maravillosa, llena de libros de todos los tamaños y colores. Lo más altos eran de un color negro, con apariencia sumamente antigua surcados por un una débil línea purpura.
—Mi madre dice que esa línea no la podré atravesar hasta cumplir 17 años.
— ¿Por qué, de qué son? —Preguntó Flam bastante intrigado.
—Magia oscura según me dijo. Por eso los mantiene en lo alto y con esa seguridad. Sin embargo todos los demás son de ramas mágicas que si se nos permite. Herbologia, defensa contra artes oscuras, vuelo, pociones, tranformaciones, tranfiguraciones, etc., son muchos los temas que hay aquí.
—Es extraño… Normalmente en las bibliotecas privadas muggles que se mantienen en una casa con niños, los temas prohibidos son de sexualidad humana y cosas por estilo.
—Sabes, con lo que me mostraste la otra vez, lo entiendo a la perfección. —Dijo Hada quien sintió un ligero escalofrío recordando todo lo que hablaban los libros. Al ver esto, Flammer soltó una sutil risa. Observaron un poco más hasta que Sophia consideró que ya habían esperado el tiempo prudente para salir y poder enseñarle lo que quería. Salieron y al ver que la casa estaba vacía, atravesaron la puerta con dirección a la calle. El día era un poco gris con un viento agradable. Hada condujo a su amigo hasta detrás de la iglesia, donde se encontraba un cementerio. Lo llevó hasta una esquina, casi al rincón más apartado donde se detuvo frente a una cripta.
—Saca tu varita. —Le dijo con un tono dominante.
—Pero no podemos hacer magia fuera de la escuela, ¿qué se supone que haremos con ella? —Preguntó Flam bastante desorientado por la orden.
—Ya verás. No te meterás en problemas, lo he hecho decenas de veces.
—Espera, ¿quién es…Cadmus Peverell?
—Esto es precisamente por lo que te traje aquí. Estoy segura que en este lugar tendremos una conexión mayor con Voldemort. —Dijo Hada y deslizando la punta de su varita desde la cabecera hasta la punta de la tumba, cuya tapa se partió de manera limpia en dos, después esos trozos se hicieron cuatro, ocho y dieciséis hasta que estos pedazos se hicieron hacía abajo, expandiéndose y acomodándose en forma de escalera.
—Yo iré primero. Debes deslizar tu varita como yo lo hice pero ahora por las paredes para que se vaya tapando de manera uniforme, ¿de acuerdo?
—Muy bien, Hada. —Dijo Flam algo confundido, quien comenzó a seguir a su amiga haciendo exactamente lo que le dijo. Los escalones detrás de él se fueron levantando y tapando de nuevo hasta que bajó por completo y la tumba quedó sellada de nuevo. Al estar abajo, ambos se encontraron en un túnel iluminado por antorchas, sumamente húmedo y cerrado.
—Vamos, no tengas miedo. Es la tumba de Cadmus Peverell, uno de los dueños originales de las reliquias de la muerte.
— Espera, ¿qué? ¿De verdad? —Preguntó Flammer casi gritando.
—Sí, y ahora, camina. No tenemos mucho tiempo. —Contestó Hada y siguieron el sendero de antorchas adentrándose más y más hasta que las rocas que hacían de paredes se empezaron a transformar en esqueletos. —No tengas miedo. Te comenté de las catacumbas, ¡henos aquí! Se construyeron especialmente para Peverell.
— ¿De quién son los huesos?
—No lo sé. De hecho nadie lo sabe de manera concreta… ¡Ahí! Mira, es a donde veníamos. —Dijo Hada señalando con el dedo un féretro de roca adornado con esmeraldas e hilos de oro. —Bueno, no nos importa mucho ese tipo que lleva muerto más de 500 años, si no otro aún más poderoso…—Comentó la chica, sacó la piedra, le dio tres vueltas mientras cerraba los ojos y en un parpadeo una figura blanca, muy pálida, con cara de serpiente y delgada se encontraba frente a ellos.
— ¿Dónde estoy? —Preguntó con una voz sepulcral.
—Se encuentra en la tumba de Cadmus Peverell, Mi Señor. —Dijo Hada haciendo que Lord Voldemort volteara hacía ella.
— ¿Tú otra vez? ¿Qué es lo que quieres ahora?
—De hecho es queremos. Necesitamos hacerle unas preguntas respecto a unas cosas que nos preguntamos hace un par de días. —Dijo Flammer haciendo que el mago muerto volteara.
— ¿Tú también?... Bueno, ¿qué es eso que necesitan saber de mí?
—Verá, Mi Señor. La otra vez yo discutía con mi amiga acerca de un proceso mágico sumamente complejo pero que ella considera imposible. Y usted, siendo el mago más grande de todos los tiempos, sabemos nos podrá responder.
— ¿Y qué es aquella pregunta que perturba mi paz de muerte?
— ¿Es posible… realizar magia sin varita? —Preguntó Flammer y después de un largo silencio por parte de Lord Voldemort, este habló.
—Sí… Es posible, pero muy difícil. Yo mismo en vida lo intenté, y aunque logré hacer hechizos simples con el simple movimiento de mi mano, me costaba mucho trabajo. Pero tengo una teoría del porqué ocurre eso.
— ¿Y por qué es, Mi Señor? —Preguntó Hada.
—Verán; cuando uno entra al colegio o es comenzado a ser educado, se le compra una varita a la edad de once años, esto, desde un principio, ocasiona una dependencia enorme ante el uso de un canalizador mágico de expulsión de fuerza vital conocida como magia. Por lo tanto, y a mi pensar, se debe comenzar a practicar la magia libre antes de los 15 años, cuando el mago apenas crea una conexión con su varita. Es claro que no siempre funcionará, porque si bien, estos objetos nos hablan mucho de que tan fuerte puede ser un combatiente y en que será más diestro, es meramente teórico.
—Entonces, ¿debemos dejar de depender las varitas lo más posible? —Agregó Flammer mientras observaba la suya.
—En efecto. Sólo así podrán librarse de esas ataduras que los mantienen a una total dependencia y que los deja vulnerables ante un hechizo tan sencillo como es el de desarme.
—Pero, ¿cómo podríamos lograr evitar ser dependientes a esto?
—Es, aunque en palabras sencillo, durante la práctica comprobé el alto grado de dificultad que supone, pero ustedes me han demostrado antes tener un talento excepcional para la magia, por lo que les confiaré el secreto; deben mentalizar el hechizo, el efecto sobre el oponente e imaginar una corriente de energía deslizarse por su brazo hasta su mano y dedo índice. Esto es en un principio, para que puedan tener una manera directa de expulso mágico. Si no lo hacen puede concentrarse dentro de ustedes y matarlos.
— ¿Y cree usted, Mi Señor, qué podamos dominar esa arte?
—Claro que pueden… Antes de ingresar al colegio ya hacían magia sin varita. Es hora de volver al inicio.
—Una última cosa más… ¿qué sabe usted de la varita de saúco?
—Esa maldita cosa… La supuesta varita más poderosa… una patraña. Aun con ella fui vencido por Harry Potter.
— ¿Usaba la varita de saúco cuando se desató la batalla de Hogwarts?
—Es correcto. Pero jamás la logré dominar del todo. Parece ser que jamás fui su verdadero amo y por esa razón no me respondió bien.
— ¿Significa que Potter es su verdadero dueño? —Preguntó Hada con un tono de voz desconocido para Flammer.
—Aparentemente…
—Bueno, Mi Señor. Es todo. Flam, nos vamos. —Dijo Hada y sin dejar contestar a Voldemort, este desapareció. Caminaron y salieron de la catacumba. Al salir se encontraron con un fuerte dispositivo de seguridad por todo el Valle de Godric, tal y como dijo Grinza. Así que sin perder un solo minuto, fueron hasta su casa donde se encerraron. Fueron a la biblioteca donde decidieron que deberían comenzar a leer todo sobre magia teórica, reemplazando varita por el dedo.   

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