martes, 7 de julio de 2015

Capítulo XXVII: El viaje V: Honor a un nombre.



Hada despertó cuando el sol ya estaba en la cima del cielo. Se preparó de desayunar y al terminar siguió caminando por los senderos. Uno la llevaba a un pequeño riachuelo donde bebió agua y llenó un recipiente para el camino de regreso. El segundo camino la condujo hasta un claro rodeado de árboles plantados círculos de manera muy precisa. Estaba completamente confundida. ¿Para qué rayos alguien pondría un hechizo de protección tan poderoso para proteger un rio miserable y un puñado de árboles comunes y corrientes? Frustrada, fue por su tienda para acampar en el claro, que se dio cuenta si caminaba en línea recta llegaba al riachuelo y siendo una zona más abierta, estaría más cómoda. De hecho era bastante agradable estar ahí, daba muchísima tranquilidad y era refrescante, pues el día era caluroso. Decidió ir al agua  a darse un baño, pues el calor la hacía sudar, algo que la irritaba completamente. Al llegar, quedó semidesnuda y entró al agua. No era profundo, le llagaba hasta la cintura, pero sirvió para apaciguar la temperatura corporal de la muchacha. Sin embargo, mientras se relajaba acostada en el agua, escuchó ruidos entre los árboles, por lo que rápidamente salió y se volvió a vestir para ir a ver quién o qué ocasionó los sonidos. Vagó por el bosque en busca de lo que fuera que la sacó de su paz sin encontrar nada, por lo que decidió volver a su campamento donde encontró que estaba rodeado por varias criaturas. Un par de duendes y centauros se encontraban observando alrededor y al verla se pusieron de manera bastante hostil al igual que Sophia, que empuñando su varita comenzó a interrogarlos.
— ¿Quiénes son ustedes y que hacen en mi campamento?
— ¿Tu campamento? ¿Dónde está el mago tenebroso que venía a esta cueva hace años?
—No sé de qué hablas, llegué aquí sola.
— ¡Mentira! —Gritó un duende —Es imposible que un ser tan simple como un humano entre a este lugar sin ayuda de nadie. ¡Dinos donde está!
—Ya se los dije, estúpidas criaturas, he venido sola. Estoy en una búsqueda y las pistas me han traído aquí.
— ¿Búsqueda? ¿Buscas traer más muerte a estas tierras? De ser así, la única muerte que habrá será la tuya. —Dijo un centauro empuñando un viejo arco.
—Intenta hacer algo, semi humano, idiota, y lo único que obtendrás será un dolor inimaginable. —Contestó Hada, empuñando cada vez con más fuerza la varita.
— ¡Está claro que conoce a ese mago que vino hace tiempo! ¡Acaba con ella de una vez, Hooxing! —Gritó el duende al centauro.
—Los astros me dijeron me dijeron que durante esta época del año llegaría una persona. Sin embargo ni Plutón o Marte supieron decirme si sería bueno o malo… Mondogoth, mírala detenidamente…
— ¿A qué te refieres Hooxing? Es sólo una humana.
—No, no lo es. Ningun humano tiene ese tipo de belleza por naturaleza. O son veelas o hadas. De otro modo es imposible y lo sabes.
— ¿Qué quieres decir con eso? Dudo que esa muchachita sea una veela.
—Yo también lo dudo… Pero sus ojos y su sonrisa… ¿a quién te recuerdan? —Dijo el centauro.
— ¿Qué tanto hablan? Les recomiendo que se alejen si no quieren morir. —Les dijo Hada bastante sería. Ellos la vieron y dieron media vuelta mientras hablaban en un idioma bastante extraño. La chica los vio alejarse y rápidamente fue a su tienda a revisar que nada le hiciera falta.
El resto de la tarde no se alejó para nada de su campamento, pero se sentía terriblemente observada. Para despejar su mente del reciente acontecimiento, comenzó a inspeccionar sus recuerdos para encontrar las palabras que su madre le había dicho. Estuvo bastante tiempo en eso hasta que encontró el recuerdo deseado, lo extrajo y en un recipiente con agua, al cual hechizó para que funcionara como un pensadero improvisado, lo echó. Al estar dentro del recuerdo se vio a ella parada en la puerta de la casa y a su madre sentada. La cueva se encuentra detrás del octavo roble donde el primer rayo de la última hora se refleja tras el segundo espejo del alma. Ten cuidado, porque podrías no encontrarlo jamás si fallas la primera vez. Dijo su mamá y en ese momento el recuerdo se desvaneció. De manera bastante rápida fue por una pluma y un pedazo de papel para anotar letra por letra las palabras de Grinza. Cuando las tuvo le quedaba un paso más, ¿qué diablos significaba? ¿Espejos del alma? No estaba segura de sí su madre buscaba confundirla o era un tipo de acertijo, lo que si entendió es que podía estar relacionado con aquel cuento que le contaba de niña. Así que al igual que las palabras del recuerdo, anotó la historia para hacer una comparativa. Entonces encontró un primer parecido; hablaba de un lugar donde habitaban varias criaturas mágicas de manera armónica y donde estaba había un duende y un centauro conviviendo. Al seguir analizando notó una segunda cosa; Se hablaba de un mago que un día desapareció y que en otra jornada apareció con compañía. Hubo desapariciones y muerte y según comentó ese idiota híbrido, antes ya habían traído la tragedia a esas tierras. Entre otras de las similitudes notó que se hablaba de la historia de un romance entre un hada y un mago, algo que le hizo mucha gracia pues recordó una de las tantas canciones de grupos muggles que a Flammer le gustaban. Estaba también el hecho de plantar 20 robles frente a la cueva, sin embargo aquí todo se desmoronó; donde ella estaba, los árboles formaban un círculo, no en recta como se decía en el cuento. Pero había otra cosa; el hada llamaba «hombre de serpiente en el brazo» ¿hablaría de un mortífago? Aparte decía que la cueva estaba detrás del octavo roble donde el primer rayo de la última hora se reflejaba. Era todo confuso pues en el cuento se mencionaban ciertos espejos, pero no decía cuáles eran… a menos que… Hada saltó emocionada y salió de la tienda con esas palabras en la mente. Sacó su varita, la puso en la palma de su mano y dijo «guíame». El hechizo brújula hizo efecto y señaló en dirección contraria. Se colocó frente a un árbol y contando en sentido a las manecillas del reloj y basándose en mero instinto, llegó hasta el número 8. Era aproximadamente las 23:50 de la noche. Eso significaba tener que esperar un par de minutos más. Estaba nerviosa, si fallaba no podría volver a intentarlo. El tiempo pasó y al faltar un minuto para la media noche, pasó algo increíble: De la espalda de la chica, como si se partiera por la mitad, un par de majestuosas alas plateadas con hilos dorados, cual espejos de plata aparecieron reflejando la luz lunar, iluminando el roble. En ese momento se escuchó un grito desde lo profundo del bosque.
— ¡Hija de Grinza! Es el otro árbol, en sentido contrario a las manecillas. —Se escuchó de entre los árboles. Aturdida y confundida, Hada entendió a lo que se refería y con el tiempo encima y un batir de las alas, se puso enfrente del octavo roble en sentido contrario a las manecillas del reloj. Apenas la luz iluminó el tronco por medio del espejo, dieron las 12 de la noche y todo quedó en silencio total… No se escuchaba ni un solo grillo u hoja caer. Sólo su respiración y latido acelerado del corazón. Pero el silencio duró poco. Un crujir de tierra resonó por todo el lugar, al voltear notó la entrada a una cueva. Se sentía un aura espectral y un terrible rastro de magia tan oscura que incluso a ella le asustó, pero poco o nada le importó, pues caminó hacia ella. Sin embargo al estar a unos pasos, un grupo de hadas, centauros, duendes y trolls aparecieron de entre todos los lados, bastante fieros y con ojos de ira. Sacó rápido su varita pero se la quitaron en un abrir y cerrar de ojos.
—Muy bien, ahora nos dirás quién eres… Y donde está Grinza.

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