sábado, 3 de diciembre de 2016

Capítulo LI: Duelo de media noche.



Una de las cosas que más dificultan la vida de los miembros de familias mágicas, sobre todas las antiguas que en algún momento tuvieron enorme poder, riqueza y sobre todo, secretos, es que muchas veces ponen sortilegios protectores para ocultar esta información, de modo que sólo el primogénito, sea hijo o hija, tenga acceso después de la muerte del padre o madre, según sea el caso, lo cual, a fin de cuentas, termina siendo un verdadero dolor de cabeza o como se expresó Flammer en su momento “Un verdadero dolor de huevos” pues aun cuando llevaba prácticamente creciendo en Inglaterra, el no abandonaba su sentimiento de ser mexicano, aun cuando el español lo halaba con un acento gracioso para quienes lo escuchaban, usando la jerga de aquel país y aún más divertido, siendo un gran conocedor de su cultura en forma teórica pero en práctica siendo algo errada. Y aun cuando tenía razón muchas veces, durante el tiempo que estuvimos en México nos dimos cuenta de algo, él y yo que cambió un poco su visión, pero no para “enmendarse” como le hicieron ver o creer, sino todo lo contrario; demostró tal grado de crueldad y falta de empatía, que incluso dudé de mí, de las convicciones que la causa traía y sobre todo si Flammer era capaz de sentir algo por alguien, amar o querer, incluso odiar. Pensé incluso que no podía sentir emociones, que lo único que le importaba era el poder y conseguir lo que buscaba costara lo que costara… Cometí un error, todos lo cometimos.
Un mes antes de regresar a Inglaterra, con un ejército dispuesto a salir a combatir a penas diéramos la señal, Flammer me llevó a la ciudad de Guadalajara, lugar donde ya había estado antes, según me dijo, él, Hada (la sangre me hervía cuando la mencionaba, y el lo sabía, siento que incluso disfrutaba hacerlo), Herman, Anne y Marian, vinieron a buscar cierta reliquia de la familia, y se la entregaron los protectores, no hubo problema alguno desde luego, como se esperaba, así que con la confianza de que todo saldría bien, me llevó a recorrer la casa de los Flammer, la cual mandó a reconstruir para devolver el prestigio a su apellido. Cuando ví el terreno enorme que ocupaba la construcción y que varios edificios habían tenido que ser derrumbados, y a su vez, se construía de manera no mágica, le pregunté como le hizo. Me explicó que tuvo que sobornar, hechizar y matar un par de funcionarios gubernamentales y antiguos propietarios para conseguir los títulos, permisos, licencias y los requerimientos necesarios, así como poner bajo la maldición imperio a dos reguladores de Hacienda cuando le interrogaron de donde conseguía el dinero (Incluso les dijo que tenía una piedra filosofal que transformaba el metal en oro, y aunque no mintió, creyeron que era una simple broma). A final de cuentas consiguió los papeles y comenzó a construirse, pero cuando el capataz de la obra lo vio, sabiendo que era él, el dueño del proyecto, le dio un par de noticias que nadie esperaba.
—Señor Actecmer, buenos días. —Dijo el sujeto, un hombre delgado, blanco y de buen ver. —Como verá, hemos estado trabajando incansablemente para que su casa, si se le puede llamar a semejante mansión, quede lista dentro de poco, pero hemos tenido ciertas dificultades que estamos tratando como resolver.
— ¿A qué te refieres con dificultades? ¿Acaso hay algún funcionario que esté jodiendo?
—Oh, para nada, es solo que… cosas extrañas pasan… Verá; Un día terminanos el segundo piso, las chimeneas y el sistema de drenaje, pero al día siguiente, al llegar, todo está como antes, como si no hubiéramos hecho nada en todo el día anterior. Primero pensamos que sería obra de algún grupo de vándalos, pero ni los ladrones más expertos podrían trabajar así de rápido, después tuvimos la idea de que posiblemente fueran una simple idea y prospectiva visual, pero las facturas indican que todo lo comprado ha desaparecido. Han venido varios ingenieros y arquitectos a revisar la obra, y ni ellos se pueden explicar que demonios está pasando con esto. Por eso es bueno verlo ahora, estábamos consultando llamarme para cancelar la obra o bien, moverla a otro lugar.
— ¡No! Aquí debe ser edificado este monumento a la sangre, pero dados los acontecimientos que me explicas necesitamos tomar medidas serias; Quiero que durante una semana entera salgan todos los trabajadores, sin excepción alguna, quiero inspeccionar personalmente el lugar.
—Pero señor, puede ser peligroso, además, los traba…
— ¡Soy quien está pagando y se hará lo que yo ordene! Y que el desalojo inicie inmediatamente. —Remató Flammer, viendo intensamente al pobre capataz que estaba con sus ojos llenos de miedo y frustración, así que no le quedó de otra que sacar a toda la gente. Lo hizo en medio de una hora y cuando todos abandonaron el lugar, él y yo entramos. Era una obra negra, construida entre madera y piedra, conservando en primer momento la majestuosidad de las mansiones europeas pero con un toque colonial de la Nueva España, era magnífico, y el lugar completamente enorme.
—La Mansión original fue destruida en 1992, los Actecmer y los Hillers se enfrascaron en una batalla que bien podría haber acabado con el estatuto internacional del secreto, pero los muggles culparon a la empresa de hidrocarburos del país diciendo que explotaron ductos de combustible, pero la mansión quedó hecha ruinas. Cuando supe eso, vine a ver que era ya, y me topé con fábricas, moteles de mala muerte, talleres y demás comercios, así que decidí reconstruir la gloria de los Actecmer desde sus cimientos.
—Vaya, no tenía idea de eso, pero, a fin de cuentas, ¿qué pasó con las memorias de los muggles?
—Murieron miles de ellos, no fue necesario, al menos no lo habría hecho yo. Pero eso no es lo que importa ahora, debo encontrar que está pasando, porque no puedo continuar la construcción, y sé quién lo resolverá. —Flammer metió una mano al bolsillo y sacó una pequeña piedra negra como la noche. No pude ver que hacía, o con quien pensó que hablaba, pero lo hizo.
—Dejemos los saludos para después. Estoy en la Mansión Actecmer, emprendí la empresa de reconstruirla y me topo con resistencia mágica que lo impide, ¿qué paso? […] ¿Pero de que hablas? Esa persona soy yo […] O sea que me dices, que el amuleto… […] Ahora comprendo a la perfección porque te mataron. […] ¡Por favor! No fuiste capaz ni de prever eso, así que largo. —Guardó lo que sacó y me miró. —Debemos buscar a dos personas y rápido. —Sujetó y brazo y desaparecimos.
Pasamos el resto del día en un hotel. Flammer estaba absorto en sus pensamientos y yo trataba de comprender la situación, pero no tenía ningún sentido para mí, así que lo deje. Cuando cayó la noche, tomó mi hombro por sorpresa y sentí como una fuerza me jalaba. Aparecimos en un lugar algo diferente, era claramente una zona de alto nivel socioeconómico de muggles, pero se podía sentir la presencia de magos ahí, así que ambos sacamos las varitas por instinto y Flammer hizo aparecer un patronus en forma de cuervo, el cual entró casa por casa, atravesándolas rápidamente. Todas las ventanas quedaron en oscuridad, como si nadie lo hubiera notado, excepto una, a mitad de la calle, encendió sus luces y se vio como una ventana se corría para ver. Nos dirigimos hacía ahí, en una forma que no pareciera amenaza de ninguna manera. Tocó su puerta y la voz de una mujer respondió.
— ¿Qué quieren?
—Venimos a buscar a Actecmer.
—Aquí no vive nadie con ese nombre, largo o llamaré a la policía.
—Llama a quien quieras, ambos sabemos quien eres.
— ¡Lárguese! Tengo un arma y dispararé en caso de ser necesario.
— ¿Así que cambiaste tu varita por armas muggles? Que decepción. —Todo quedó en silencio unos minutos y la puerta se abrió. Una chica, apenas mayor que Flam se dejó ver. Era mucho más atractiva que él, pues su cabello castaño y ojos grises resaltaban su belleza. Delgada y de una estatura casi como la del chico, se notaba que era una persona bastante agradable. Sin embargo, Flammer con su cara inexpresiva, traje negro y la cicatriz de su rostro, era el contraste perfecto.
— ¿Quién eres? —Preguntó ella. Actecmer mostró su varita, ella lo observó sin responder.
—Déjanos pasar y te diré lo que quieras saber. —Dijo el chico. La pobre mujer titubeó un poco, de su bolsillo sacó una varita blanca y larga, bastante elegante y abrió por completo la puerta. La casa era de un estilo muggle en su totalidad, bastante moderna y de buen gusto. Sin decir nada, nos guio a la sala y nos sentamos.
—Ahora dime, ¿quién eres y que te trae a mi casa a esta hora?
—Lo diré rápido y sin rodeo; Soy Flammer Actecmer, como ya viste, un mago, igual que tú. Ella es Bella Black, una bruja, también. Estoy buscando algo y tú puedes darme respuestas.
— ¿De qué? No tengo nada que te interese.
—Oh, de que lo tienes, lo tienes, ¿sabes por qué? Porque estoy tratando de construir una mansión en Calzada del Ejército, ¿te suena?
—Me suena a que eres un tipo idiota, que no sabe de planificación urbana y desde luego, de zonas en la ciudad.
—Oh, no es eso, es que según me contó un muerto— La vi poner cara pálida. —tú, Anahí Rivello, eres la que causa que no pueda hacerlo como deseo.
— ¿Y qué te hace pensar que soy yo la culpable de tus problemas de planeación?
—Un par de simples cosas; verás, hasta donde estoy enterado, tu madre, Anastacia Rivello, conoció hace unos 25 años a un sujeto bastante agradable, de apellido Actecmer, ¿no es así?
— ¿Y qué con eso, en caso de ser real? Eres cuando mucho de mi edad, incluso menor. No veo alguna relación entre ambos.
—Porque no quieres verla, ¿necesitas que te explique con peras y manzanas? Mi apellido es Actecmer, tengo 23 años y tú 26, eres una bruja, y según tengo entendido, tu madre era muggle.
—Mi madre era una mujer respetable, su único error fue confiar en alguien como tu padre.
—O el tuyo, y sí, fue un error, desde luego. El caso es que necesito saber un poco más; ¿Hay algún otro hijo?
—Sí, un par de gemelos, nacidos un año después que yo, son mis medio hermanos y primos. Hijos de la hermana de mi madre.
—Excelente, así que en total somos 4 hermanos con diferentes apellidos.
—Se puede decir, y lo peor de todo, es que el que lleva el apellido original, es un asqueroso mago tenebroso.
—Veo que estás enterada de mis logros.
—Todos lo sabemos, las noticias de tu llegada hace años se corrió como pólvora y los asuntos de Inglaterra también. Y si vienes a pedir unir fuerzas, puedes olvidarlo.
—De hecho venía a algo así, pero necesito que me lleves con los otros dos.
— ¿Y qué te hace pensar que te llevaré con mis hermanos?
—Tengo métodos para hacerlo, de hecho no habría tardado ni 5 minutos en lograrlo, pero prefiero la vía pacífica, ¿sabes? Es bueno siempre establecer alianzas.
—Eres un miserable y asqueroso mago tenebroso.
—Me halagas, es un placer oírte decir eso, pero por favor, dejemos tanta charla y vayamos con ellos. ¿O planeas ofrecer resistencia? —Flammer la miró como si penetrara su mente, aunque bien sabía que no lo hacía. Unos segundos después ella cedió y tomó el brazo de su medio hermano, yo al tenerlo tomado de la mano, desaparecí con ellos.
Llegamos a una casa, un poco más simple y convencional, discreta y sin llamar la atención en lo absoluto. La calle estaba iluminada por los faros de alumbrado público y lo único que se oía era el ruido de las casas de trasnochadores que estaban viviendo su vida en horas de sueño. Anahí tocó la puerta y un par de minutos después, un hombre alto, de un aspecto común abrió la puerta.
— ¿Anahí, qué haces aquí?
—Llama a Fer, Gus. Tenemos visitas. —El sujeto se asomó y puso cara de haber visto un muerto. Abrió por completo la puerta e hizo una seña de que pasáramos, nos sentó en la sala de estar y ofreció una cerveza a todos. —Bien, Gustavo, te presento a…
—Yo sé quién es. —Dijo el hombre. —De hecho me sorprendería que alguien no supiera su nombre.
—Dios, no pensé que recibiría tantos halagos esta noche, de verdad, son un encanto de persona. —Comentó Flammer con un toque sarcástico en la voz.
—He llamado a Fernando, no tarda en llegar, en unos momentos más estará con nosotros. —Gustavo vio a todos y se sentó, tomando su bebida.
—Excelente, excelente. —Los vio Flammer. —Pero saben, aun no he visto sus habilidades mágicas, y creo que podrían ser de gran ayuda.
—Flam. —Lo vi, tratando de adivinar que era lo que haría. — ¿Qué harás?
—Oh, nada, querida. Sólo un par de cosas, ¿sabes? El fin justifica los medios a fin de cuentas, es algo que les he dicho siempre, a ti, a los que están en Europa, a todos, en general. —Flamm bebió su cerveza cuando un crack se escuchó en el recibidor, de la puerta apareció un hombre, muy parecido a Gustavo.
— ¡Fernando! —Dijo Gustavo, pero Fernando tenía la varita empuñada, con una clara reacción de desconfianza.
— ¿Qué haces aquí, Actecmer?
— ¿Esos son modales, hermano? —Preguntó Flam, como si disfrutara la situación. — ¿Llegar a una casa que no es tuya y amenazar con la varita levantada? Es pésima educación, y no el precisamente apuntar, sino el que lo haga un mestizo, que bien pudo ser un squib.
—Eres tú quien no es bien recibido aquí, ni en esta casa, en la ciudad y desde luego, en el país. —Dijo el recién llegado sin bajar su varita.
—Muy bien. —Flam se puso de pie, sacando su varita. —En ese caso seré breve; Ustedes se interponen en mis planes. Cuando conseguí la reliquia de la familia, pensé que y casi estuve seguro que yo era el propietario legítimo de ella, pero han pasado los años y aun cuando la siento llena de poder, no hace diferencia alguna entre mis grandiosas habilidades y las que se supone debe darme. Pero ahora, cuando no pude reconstruir la mansión de nuestro padre, entendí que tenía hermanos, no reconocidos por los Actecmer, pero sí por la magia antigua que llena la sangre. Por eso vine aquí, he venido a matarlos, y de una vez por todas ser el heredero total de todo lo que concierne a la Familia.
— ¿Matarnos? —Dijo Anahí, viendo a los ojos a Flammer. —Somos tres contra ti, dos tal vez, pero aun así no tienes idea de que tipo de oponentes te enfrentas, y por el contrario, nosotros sabemos que tan asqueroso y repugnante ser eres.
—Gracias, nuevamente, pero basta de halagos. —No pude ver en que momento levantó la varita, sólo vi un rayo de luz verde impactarse directo en el rostro de Fernando, quien cayó muerto, sin más. Gustavo saltó instintivamente hacía un lado y yo empuñé mi varita. — ¡No, Bella! No te metas. Esto es entre hermanos.
— ¡Maldito! —Gritó el otro hermano, quien sólo lanzó cientos de maldiciones, las cuales fueron detenidas como si fueran simples semillas de alpiste contra un muro de plomo. Flammer con otro movimiento logró cortar sus ataques y un segundo rayo de color verde impactó su pecho, dejando un segundo cadáver en el suelo.
—Así que lo que decían era verdad… Eres un maldito asesino.
—Prefiero llamarle de otro modo, pero claro, también eso.
—Bien, entonces te daré lo que quieres. Lucharemos, no aquí, hay demasiados No magos. Iremos a Huachimontones, ahí podremos luchar sin problema alguno.
—Bien, Anahí, me parece bien. Si gustas hacerme los honores. —Tomé el hombro de Flammer y él extendió la mano, la chica la tomó y desaparecimos una vez más. Ahora estábamos en campo abierto, lejos de luces, cables y de todo. La única luz era la luna.
—Acabaré contigo, Actecmer.
—Cosita. —Rio Flammer y lanzó una lluvia de flechas en llamas contra la chica, quien comenzó a moverse para librarse de ellas. Pero no terminó ahí, con la varita un gran látigo de fuego apareció y sujeto de los tobillos a Anahí, quien apenas tuvo tiempo de cortarlo y ponerse de pie, mandando cientas de piedras y hierba contra la cara de Flam, este ni se inmutó y las detuvo con tal facilidad que parecía lo había practicado un año entero. Dio un par de giros con la varita y un rayo plateado se disparó, Anahí nuevamente lo esquivó por los pelos, sin embargo una gran explosión se dio en el lugar que impactó, y sin darle tiempo de reponerse, nuevamente la atrajo hacía el con un látigo de fuego, que le hizo una cicatriz enorme en la cara. Con una espada de agua materializada logró acabar con el fuego, y se libró. Flammer estaba parado, en el mismo lugar, no había dado paso alguno mientras Anahí se veía intranquila y asustada.
—Vamos, Rivello, sé que puedes hacer más.
—No me subestimes, asesino. Puedo acabar con esto cuando quiera.
—Flammer. —Lo vi a los ojos, sin moverme de donde estaba. —Sé que amas jugar al gato y al ratón, pero acaba con ella de una vez. —Flammer me vio y sonrió, de manera sarcástica, burlesca o aceptando, jamás logré descifrar la sonrisa, y no importa, de cualquier modo, amarró a la chica con cuerdas de metal caliente al rojo vivo, tan duro que incluso parecía frio. La pobre de Anahí gritó de dolor, el cual fue sofocado apenas unos segundos después, cuando un destello verde se reflejó en su mirada y esta quedó apagada. Flammer se acercó, viendo a su víctima y sacó la reliquia de su familia, puso la varita en el pecho de la chica, después en el suyo, susurró un par de palabras y un espectro negro se elevó, dejando todo en oscuridad total. No podía ver, pero escuchaba perfectamente, y olía, y sentía. Los gritos de desgarro y muerte, el olor a putrefacción y la piel helada, no eran buen augurio. Así estuvo todo unos minutos, hasta que la nube negra se elevó al cielo y bajó en forma de lanza hacía el amuleto. Flammer me observó, sonriendo triunfalmente. —Vámonos. —Tomó mi mano y desaparecimos.  

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